INFIERNO
Desde el umbral de piedra helada, donde la luz se hizo olvido, desciende el alma, sin morada, hacia un profundo abismo de agonia. El aire es denso y desolado,es un suspiro de eternos muertos, y el cielo, un sudario espeso que oculta los jardines yertos. No hay estrellas, solo brasas en la caverna del sufrir, donde el tiempo se detiene para jamás revivir. Las murallas de obsidiana guardan secretos de dolor, y el eco repite el lamento de un castigo sin amor. Grandes rios fluyen, no de agua, sino de hierro ardiente, calcinando la memoria de lo que fue el alma doliente. Un coro de cadenas arrastradas compone la sinfonĂa, mezclada con el murmullo de una terrible herejĂa. Los ojos de los demonios, carbones en la penumbra gris, observan con desinterĂ©s el eterno dia de la ira. El trono de la desdicha, labrado en ceniza y hueso, emana un frĂo más profundo que el Ăşltimo y sombrĂo beso. Y allĂ, en el centro mismo, donde no germina la flor, la eternidad es el precio por la efĂmera pasiĂłn.